martes, 17 de agosto de 2010

EA XII: Y después… muerte

A pesar de la cama que me había cedido amablemente Sir Durrenmatt, no pude dormir en toda la noche. Me ardían las llagas –provocadas por el sol del desierto y la intemperie- en todo mi cuerpo y no podía alejar esas imágenes tan horrorosas de mi mente. Abría los ojos y se disipaban dejando sólo el dolor físico. Los cerraba y comenzaba la misma pesadilla de siempre, pero ahora mezclada con nuevos recuerdos. La escena se seguía repitiendo y mis sentidos se embebían con aquella escena, ahora corrompida.

-¿Qué harías si te robo un beso?-Le pregunté a mi amada mientras jugueteaba con sus sedosos cabellos.
-Hay cosas que no se piden, solo se toman…- Recuerdo que me respondió eso con los ojos cerrados; como preparándose para un beso.

Acto seguido me inclino y nuestros labios se rozan. Un silbido muy agudo y penetrante rasga el romance del momento. Un hombre chacal –en la comodidad de su recámara- le había clavado la guadaña en la espalda. Mancha de sangre todo el lugar. Me ensucio con la sangre de la persona que más amo…

-No es cierto, eso no pasó así… ya me harté de que vivas en la negación.- Volví a escuchar su voz.
-Bueno, no recuerdo con todo detalle, pero algo así pasó- Le contesté en voz baja
-¡¿CÓMO PUEDES VIVIR CON UNA MUERTE EN TU CONCIENCIA!?... ¿CUÁNTO TIEMPO MÁS PRETENDES SEGUIR HUYENDO?...- Me gritó como nunca lo había hecho.

Mi corazón se detuvo por una fracción de segundo. Abrí los ojos como nunca lo había hecho antes intentando arrancarle una respuesta a mis memorias olvidadas en la inescrutable oscuridad. Se apoderó de mí una zozobra inimaginable; nunca había matado a nadie en el sentido literal de la palabra, pero ¿Pudiera ser que lo hubiera obligado a propósito?

-¡CLARO QUE NO!... ¡YO NUNCA HE SESGADO UNA VIDA!... ¿¡CÓMO PUEDES DECIR ESO!?-grité sin pudor alguno. Despertando a todos en la habitación.
-Hazle como quieras. Yo intenté de todo corazón ayudarte, pero si vas a seguir viendo sólo lo que tú quieres ver y oyendo sólo lo que quieres oír yo no puedo hacer nada… Ahí nos vemos…
-¡NO… POR FAVOR NO ME DEJES!- me levanté de la cama y me puse de rodillas, como si sirviera de algo…
-NO DIGAS ESO… ¡ESO ME ASUSTA!... OLVÍDATE DE MI POR AHORA…- se podía escuchar mucha desesperación en su “voz”.

Esas palabras me pegaron más que todo el maltrato que sufí en el desierto. Sentí como si aquél cuchillo que le había enterrado a la bestia unas horas antes me lo hubiera clavado directo en el pecho. La intranquilidad fue cada vez mayor y comencé a llorar en silencio y con los ojos cerrados. Demasiadas cosas me habían pasado en muy poco tiempo y en un solo instante me di cuenta de lo desamparado que estaba: sin saber a donde estaba ni qué podía hacer para volver a casa. Era el peor momento de indecisión por el que había pasado hasta el momento. ¿Qué era lo que me había querido decir?... ¿La volvería a “ver” o “escuchar” alguna otra vez?... ¿Y si todo era producto de una alucinación?... ¿Y si éramos ambos los que estábamos en una especie de limbo?... Muchas preguntas y ni una sola respuesta. Hubiera preferido ser devorado por los buitres cuando tuvieron oportunidad de hacerlo. O los licanos, se hubieran dado un festín con mis huesos.

Sentí la mano de Aldous sobre mi hombro. Abrí los ojos inflamados y adoloridos de tanto llorar y noté que el sol estaba despuntando en el horizonte. Afortunadamente el breve momento de locura había terminado, pero la incertidumbre me agarraba el corazón como una mano invisible que quisiera arrancármelo por la reseca garganta. No pude articular palabra y sólo pude observar los ojos de mi benefactor, de rodillas, como queriendo encontrar sosiego.

-¿Estás bien, muchacho?... Anoche gritabas… debió ser un mal sueño solamente- Me dijo en una voz que tenía, para mi gusto, el tono más tranquilizante que había escuchado.
-Sí… eso debió ser- Frotándome los ojos, intentando disimular la inflamación.
-En fin... te esperamos abajo, mi esposa ya debería tener el desayuno… come algo y después hablamos…

En efecto, cuando me aliñé un poco –no podía hacer mucho más que lavarme la cara con el agua que había en un barril de agua de la habitación- para bajar los aromas de un rico guisado que no logré identificar embelesaban el ambiente.

La señora de la casa me indicó mi asiento, a lado de un joven como de mi edad. Alto y bien formado; las facciones idénticas a las de Sir Durrenmatt enmarcadas en una maraña de cabellos dorados que le cubrían la frente.

-Te presentamos a nuestro hijo, Mark- dijo amablemente su madre.
-Mucho gusto- respondió el muchacho extendiéndome una mano algo más grande y nudosa que la mía.

Ella sirvió los platos e hicieron una oración por los alimentos. Cerré los ojos en señal de respeto aunque el pedazo de carne asada con verduras en frente de mi hacía que mi estómago se contrajera violentamente. Afortunadamente no fue tan largo el sermón. La carne tenía una forma y color que nunca había visto. Más roja de lo normal; aunque estaba bien cocinada daba la impresión de estar totalmente cruda.

-Carne de licano… es muy buena- dijo Mark mientras cortaba un pedazo, como para darme confianza- sobre todo cuando tienes hambre…
-Me preocupa un poco tu mente, hijo… -me dijo Sir Durrenmatt mientras me palmeaba la espalda- has visto cosas para las que definitivamente nadie está preparado… a nosotros también nos pasó a un principio, cuando llegamos aquí…

Se hizo un silencio incómodo, como quien hubiera soltado una obscenidad en plena reunión familiar. Mark bajó notablemente la cabeza, como si lo hubieran reprendido.

-Pero estoy segura que se adaptará… -cortó su esposa el silencio y continuamos comiendo tranquilamente.
-No es eso, Dora…-agregó el señor amablemente- yo creo que necesita algo de aire libre… algo de ejercicio para entretenerse. No le caería mal unirse a las fuerzas armadas junto con nuestro hijo… ¿Qué dices, hombre?...-Me volteó a ver esperando una afirmativa.
-No estaría mal…-Intenté decirlo sin mucha indiferencia, ahora todo me daba igual.
-Tienes talento con esas cosas, no lo desperdicies- Me dijo Mark mientras hacía la mueca de apuñalar su propia pierna con el cuchillo de mesa.

Esa misma tarde fui a la oficina de reclutamiento. Me raparon y a pesar de las heridas múltiples de mi cuerpo, comencé con el arduo ejercicio en cuanto recibí mi uniforme. La primera tarde corrimos hasta el anochecer. En las barracas el maullar de un gato a la luna no me dejo dormir en toda la noche. De todas formas tenía demasiadas cosas en qué pensar…

1 comentario:

  1. Irrefutable,,, magnifique,, dentro de las lineas se vive, se sueña, se piensa, se adormece uno,, me alucina tu narracion es como si con cada frase me bebiera una cerveza fria en pleno verano,, placentero, agusto,,,
    lineas desfiguradas, les diste un sentido, siguen un sendero, siguen una historia,,
    eso me encanta,, y agradablemente me deleita,,,
    gracias por el manjar,,
    me dejaste esperando mucho,,, pero como siempre,,, un plcer y vale completamente la pena la espera,,
    saludos cordiales.

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