miércoles, 20 de abril de 2011

EA XVI: La suma de las corrientes


De golpe, la euforia provocada por el Resignotol desapareció. Comenzó a sentir los párpados más pesados cada vez. Cada latido iba más rápido y más fuerte que el anterior, como si su corazón luchara por seguir latiendo con mayor desesperación. La respiración también se volvía más trabajosa, como si una mano invisible se cerrara sobre su traquea. Adormecimiento en la mano izquierda; un calambre fortísimo en todo el brazo, como nunca lo había sentido y del dolor selló los ojos en una mueca de intenso sufrimiento. Un golpe en la nuca y luego nada: la completa insensibilidad.

Permaneció con los ojos cerrados lo que parecieron días enteros, intentando abrirlos sin éxito alguno. Hacía mucho calor. Le calaba la piel de la espalda y una luz muy intensa le lastimaba los ojos a través de los párpados. Intentaba ponerle sentido a la situación cuando sintió un pequeño peso en el torso; unas patas que le recorrieron el costado y un leve arañazo en la mejilla izquierda que le obligó a abrir los ojos, solo para observar un par de ojos grandes, expresivos, verdes y de pupilas verticales escrutándolo a escasos centímetros.

Se puso de pie trabajosamente luego de estar en posición fetal porque tenía el brazo derecho dormido y el izquierdo aún entumido. Todo a su alrededor era desierto: Arena hasta donde le alcanzaba la vista. El intenso calor, la boca seca, el aire asfixiante y el color del gato negro contrastando con lo pálido de la arena. Era un escenario surreal.

     -Ese Resignotol si que está bueno… -se dijo a si mismo, jugando con su pelo enmarañado- nunca había tenido una alucinación tan real… -y era verdad. Todas las sensaciones eran tan vívidas que le costaba trabajo discernir si era en verdad era producto de su trastornada imaginación.

El gato se acurrucó a sus pies y lo observó fijamente, como queriendo decirle algo y no sabiendo como. Recorrió sus pies ronroneando y meneando la cola, luego maullando agresivamente y comenzó a arañarle la pierna, desprotegida por lo corto del short.

     -¿Ah, qué diablos haces?-le dio una patada para guardar distancia, pero el gato erizó su lomo y se le abalanzó encima aferrándose a la piel de su muslo derecho haciéndolo sangrar. 

Como pudo zafó al animal y comprobó con todo el asombro del mundo que la herida era completamente real; la sangre fresca empapó sus dedos y se comportó exactamente de la misma manera en que lo hacía siempre, jugó con unas gotas entre su pulgar y su índice y lentamente se secó formando una costra. No ocurrió nada raro, la sangre no cambió de color ni le habló. Estaba muy claro que no era producto de las drogas.

     -Si esto es real… ¿Dónde estoy?... ¿Estoy muerto?- dijo hablando consigo mismo.

El gato dio un maullido largo fuerte pero no se fue. Sólo se sentó a unos centímetros y comenzó a lamerse el cuerpo despreocupadamente.
Sus casi nulos conocimientos –y su incredulidad- de temas sobrenaturales le hicieron cuestionarse el lugar en el que estaba. Había leído libros viejísimos que hablaban de un Dios vengativo que estaba dispuesto a mandar a un lugar llamado infierno a todos aquellos que desobedecieran su mandato y lo negaran como jefe supremo de todo lo existente, pero jamás creyó demasiado en ello. En noches solitarias y de aburrimiento había leído que aquél lugar estaba reservado para aquellos que no merecían el perdón por sus actos y ahí les aguardaba un tormento eterno. Siempre creyó que todas esas doctrinas no eran más que pura mitología, sin embargo aquél lugar encajaba bastante bien con la descripción arcaica del infierno.

El felino comenzó a maullar con más y más insistencia para llamar su atención. Lanzó otro zarpazo a su pierna y echó a correr unos metros. Se detuvo a descansar a la sombra de una duna y a proseguir con la limpieza de su negro pelaje que parecía ensuciarse con enorme facilidad con la arena.

     -¡Maldito gato, me vas a dejar la pierna como pergamino!...

Corrió a pesar de las incomodidades para darle alcance al gato, sin embargo éste no se movió ni cuando fue tomado por el pellejo del cuello.

     -Ahora si, maldito animal... Voy a disfrutar torciendo tu cuello...

Sin embargo el felino lo miró fijamente, casi con una mirada hipnótica. Alzó la pata superior derecha y lanzó un maullido casi humano, como señalando algo. Él sabía entender las señales, así que volteó para ver una palmera y un banco de agua, perfecto lugar para aliviar la sed que estaba a punto de acabar con el.
 
    -Parece que no eres tan malo, ¿eh?- Le dijo al gato con una gran sonrisa y lo dejó con cuidado en el suelo.

Corrió al pequeño oasis a toda velocidad y se detuvo a la orilla a beber un poco de agua. Era tan increíble pero tan hermoso: el agua estaba en su punto perfecto, tan clara y tan fresca. Hizo un pequeño caso con sus manos abiertas para colectar un poco y los dedos se le llenaron de infinitos granos de sílice nada más. Revisó un poco más hondo y lo mismo ocurrió. Decidió darse una zambullida y acabó con la cara en la ardiente arena.
     -¡Maldición; un espejismo!- Se puso de pie y dio una patada a la gran duna. El gato lo miraba fijamente a la sombra de un cactus cercano.
Al revolver la arena descubrió un trozo de madera de lo que parecía roble, con un cristal transparente y esférico en la punta. La curiosidad hizo que lo desenterrara en su totalidad para descubrir que en efecto era un báculo de madera de más o menos 2 metros de largo con un cristal azul marino como del tamaño de su puño, tenía un mango anormalmente grande y tenía grabados unos símbolos que nunca en la vida había visto.
     -¿¡Qué demonios!?... ¡Esto está más grande que yo!- lo empuñó con bastante trabajo, preguntándose de donde habría salido.
Su fabricación evidentemente requería un grado bastante considerable de civilización, pero su tamaño lo incomodaba bastante; se preguntaba qué era lo suficientemente grande para utilizarlo como báculo. Se puso a golpear el montículo de arena de manera aleatoria y desorganizada, como un niño que jugara con una desproporcionada espada de madera, cuando golpeó algo duro enterrado. Esta vez no fue el único en sentir curiosidad, pues hasta el gato se acercó a ver qué desenterraba esta vez.
Se trataba inconfundiblemente de la parte de arriba de un cráneo roto con algunos restos de piel y pelo en franca descomposición. Jirones de pelaje sarnoso y negro adheridos débilmente a los contornos del ojo seco y hundido. Un gusano salió de lo que quedaba del hocico sugiriendo que no llevaba demasiado tiempo de muerto. Lo tiró al suelo y observándolo de lejos se dio cuenta de su desproporcionado tamaño. Tan sólo ese pedazo del cráneo era más o menos del tamaño del suyo, lo cual le provocó aún más intranquilidad. El gato pareció no inmutarse a sus pies.
Ambos, el gato y él caminaron un poco para descansar a la sombra de una enorme roca. Se llevó el báculo consigo para ayudarse a caminar y hacer un surco en la arena y no caminar en círculos. La sed lo tenía exhausto y el gato parecía tan fresco como si llevara toda su vida viviendo ahí y ya estuviera acostumbrado. Tal vez al caer la noche se lo despacharía, si la situación se lo permitía.
Sin embargo no fue necesario. En ese preciso momento pasó a trote un grupo de gente uniformada de pantalones extremadamente abombados y chaqueta sin mangas color khaki. Parecía un pequeño pelotón de 12 personas; algunos armados con mosquetones tremendamente anticuados y otros aún con espadas al cinturón.
     -¡¡Eh... Aquí... Ayuda!!- Gritó con todas las fuerzas que tuvo, agitando el báculo para que lo vieran.
Uno de ellos lo vio y el pelotón entero fue en su auxilio.
    -Señor, ¿Puedo cuestionarle qué hace en medio del desierto, solo y con ese armatoste maldito en las manos?- le cuestionó el hombre que venía marcando el paso. Un hombre bastante alto y de barba cerrada y bastante crecida que le apuntaba al pecho con un mosquetón.
    -Eso es lo que quisiera saber yo... sólo “desperté” aquí...-iba a decir 'luego de un pasón de Resignotol', pero no le pareció apropiado- estaba siguiendo a aquél gato y creo que me perdí- señaló a la orilla donde estaba el gato, pero no había nada.
   -¡Suelte inmediatamente lo que trae en la mano!- aquél hombre dio un salto hacia el frente, dejándole la bayoneta al extremo del fusil casi rozándole la playera a la altura del corazón.
Ante la impresión alzó las manos y dejó caer el báculo y éste pegó en una pequeña roca, al rebotar soltó una luz enceguecedora y el estruendo ensordecedor que tiró a la mayoría al suelo, envolviéndolos con una nube de polvo. En cuanto pudo se puso de pie con mucho trabajo, porque le zumbaban los oídos y había perdido el equilibrio. El polvo se disipó y los soldados que habían quedado en pie, ya tenían sus armas desenvainadas y listos para atacarlo.
   -¡¡Perdón... no fue mi intensión!!-no escuchaba ni su propia voz-¿Todos están bien?...
Un soldado se le adelantó y lo derribó boca arriba, poniéndole el filo de la espada en el cuello.
   -¡Identifíquese de inmediato! ¿Es usted humano?...
   -Mi nombre es Montesco... George Montesco...-replicó con auténtico horror en la voz.
   -Lo llevaremos a las mazmorras del pueblo... ahí decidiremos que hacer.
Entre 3 soldados le amarraron las manos por detrás de la espalda y lo llevaron con ellos, confiscando el dichoso báculo. La roca donde había tomado la sombra con el gato era solo un montón de polvo y del gato no había quedado ni un pelo.

***

A la mañana siguiente, el señor Kozlov seguía visiblemente molesto por la patada que Zenner que le había acomodado la noche anterior y Zenner seguía en el hospital, esperando a que le reconstruyeran 3 dientes y la nariz, pues había aterrizado de boca al caer del primer piso; por lo que Marcus quedó a la cabeza de todo por un día. Aún quedaba que pensar qué hacer con el cadáver. El médico al cargo, el Dr. Reiniger había hecho la autopsia y amortajado el cuerpo a primera hora. Sin embargo, a falta de refrigeración empezaba a descomponerse lentamente en el sótano, igual que las esperanzas de que nadie se enterara.
Aún bastante intranquilo, Marcus se instaló en la oficina de Kozlov y mandó a llamar a Reiniger para que le diera los pormenores.
   -Afortunadamente la autopsia arrojó una sobredosis. Consumió un frasco entero de un solo golpe. Tenía un amplio historial por portación y consumo de neurotóxicos ilegales. El tipo era un adicto hecho y derecho. A lo sumo nos pueden demandar por no tener el acceso al Resignotol controlado.-le respondió el médico en voz tranquila -Incluso he llamado a la familia del joven, los señores Montesco, para que dispongan del cuerpo.
    -Muy bien, muy bien... pero aún tenemos otro asunto muy importante bajo la alfombra... ¿Qué tal va el paciente de la cama 3?
   -¿El comatoso?... Aún no ha dado señales de conciencia. Está siendo monitoreado a cada momento, aunque sus signos vitales permanecen estables, no hay signos de que haya despertado o que lo vaya a hacer pronto...- replicó el médico, jugando con sus dedos con nerviosismo.
    -Si no se despierta... ¿Qué medidas podríamos tomar?...
   -Podríamos, aunque es un tanto arriesgado, aprovechar las partes saludables de un donador para reemplazar las partes dañadas en el cerebro del comatoso... es un procedimiento experimental... cerca del 70% no sobrevive y el resto lo hace, pero con severas limitaciones...
   -Ya veo... suena razonable...