martes, 28 de abril de 2009

EA VI: Desde las sombras

"Después de los cuerpos van las sombras
Átomos dispersos que se encajan
en los pisos las paredes
que estallan en los bordes dilatándose
vuelven y se quedan en el mediodía
Van las sombras como cuerpos
Los cuerpos como viento"

'Sombras', poema de Jaime Augusto Shelley



-Calma... que las sombras no apaguen tu luz interior...- Escuchaba su voz, pero en verdad no la escuchaba, si no la sentía, como alguna suerte de telepatía.

Efectivamente, oscuridad. Nada había sino oscuridad; daba lo mismo tener los ojos abiertos que cerrarlos, nada se veía. No se sentía brisa alguna, solo frío. Vacío, silencio. Un lúgubre ambiente en el que lo único que captaban mis sentidos era el crujir de la arena bajo mis zapatos al caminar.
¿Caminar a donde?... No lo sabía... Daba lo mismo quedarse parado que seguir adelante. Todo era igual, todo se sentía igual de hueco, carente de sentido... escalofriantemente muerto.

Luego de algunos pasos sin si quiera vislumbrar nada al horizonte me resigné a sentarme en el suelo a esperar. No tenía caso alejarme del punto donde me había encontrado con ella. ¿Qué tal si 'aparecía' de vuelta y me dejaba atrapado en esta 'cosa'? Ya nada tenía caso.

Así que me puse a recordar cómo había llegado ahí; todas las veces que había sufrido por el maldito amor... Mala idea. Cada recuerdo que tenía tomaba forma, primero una tenue cortina, como una nube de humo, iluminada con 2 pequeños puntos rojos que parecían ojos... comenzaron a girar en una danza macabra al rededor mío, al ritmo de la tierra que comenzaba a retumbar con un ruido sordo, como un gruñido rítmico en sus entrañas.
Giraban cada vez más rápido mientras iban tomando forma, y ahora había un ruido metálico que las acompañaba; cada una de esas cosas tenía una guadaña y una cadena enrollada entre sus garras. Era espeluznante; me quedé inmovil, atónito... a la espectativa.

De pronto uno de ellos dejó de danzar. Se posó justo frente a mi. Se acercó a mí murmurando cosas en un lenguaje desconocido, gutural, con una voz de ultratumba. Era horrible. Su rostro parecía tener jirones de piel quemada por todas partes, de un color enfermizo. Abrió sus fauces llenas de dientes deformes, filosos y amarillos. Aspiró profundamente, como conteniendo la respiración. Estiró su brazo esquelético y me apuntó con una de sus garras, que se antojaba filosísima, a escasos centímetros de mi frente.

-¡¡AYÚDAME... MALDICIÓN!!... ¡¡¿POR QUÉ ME ABANDONAS?!!...- le grité a ella con todas mis fuerzas

-Nadie más que tú se ha abandonado... Nadie más que tú puede salvarte

Retrocedí horrorizado. Pero cuatro de ellos dejaron de danzar para cerrarme el paso. A pesar del forcejeo y los gritos de horror y súplica, dos de ellos me sujetaron los brazos por detrás y los otros dos las piernas. No tenía escapatoria y el que me había señalado flotaba lentamente, acercándose cada vez más. Me examinaba, como un depredador a su presa.
Desgarró un trozo de la manga de su túnica, que le cubría desde los pies hasta la cabeza, y me amordazó con ella, para callarme y seguir en paz. Entonces exhaló en mi cara. Su aliento era putrefacto, olía entre azufre y mierda. Notó que me dió asco y eso lo enfureció más.
Justo cuando empuñó su guadaña y se proponía a descargarla sobre mí, el sordo retumbar de la tierra se convirtió en un sismo fuertísimo. Se abrió una grieta inmensa y de ella salió un temible gruñido jamás escuchado; con la ira de una bestia hambrienta, pero que a la vez parecía humano.

De pronto esas criaturas extrañas dejaron de danzar, cubrieron sus rostros y se alejaron rápidamente en pánico. Las que me mantenían captivo, me amarraron prontamente con las cadenas mientras un ser de dimensiones colosales que apenas se alcanzaba a distinguir salía de la grieta.

El demonio de las sombras había despertado... y me encontraba cara a cara con él, sin poder ver absolutamente nada...