lunes, 8 de noviembre de 2010

EA XV: La suma de las tensiones

Esa noche Mr. Kozlov no pudo dormir. Anduvo toda la noche dando vueltas en la cama sin poder encontrar la tranquilidad. Toda su estabilidad económica dependía de que un pobre diablo regresara de un coma que el Resignotol había causado. Si no lograba salir impune tendría que conseguirse un buen equipo de abogados  -¡No… otra batalla legal!... recordaba perfectamente la que había perdido junto con su familia- para poder salir bien librado.

A pesar de contar ovejas y cambiar diametralmente de posición no pudo conciliar el sueño. Volteó a ver el reloj del buró y vio los ominosos números rojos marcando las 3 de la mañana. Era demasiado tarde para sedarse y muy temprano para empezar la rutina, así que decidió levantarse por un refrigerio y despejarse un poco la mente. Se puso un abrigo viejo y salió de la cama a desperezarse. Prendió la luz con un aplauso –le encantaba ese sistema- y se dirigió a la cocina.
Abrió el refrigerador y sacó lo necesario para hacerse un sándwich. Jamón, queso y un poco de mayonesa en pan blanco. También se sirvió un poco de vino tinto para calmar la taquicardia que ya comenzaba a atacarle. Ciertamente una combinación extraña para la hora, pero al menos tendría algo que hacer mientras amanecía y ponía sus ideas en orden.
Se tumbó en el sofá y desplegó una mesita muy práctica que guardaba bajo su asiento y puso ahí sus provisiones. Encendió la pantalla de pared a pared de su sala. El sonido estaba muy fuerte para la silenciosa madrugada así que con sólo mover el dedo meñique le bajó al grado de ser a penas audible. No había mucho que ver en la televisión nacional; anuncios en su mayoría (¿Necesita ayuda espiritual?... ¡Deposite en nuestra cuenta del banco y llame ya!... Soluciones milagrosas a problemas que oscilaban entre lo trivial y lo divino). 

Sintió la tentación de marcarle a sus socios cofundadores para explicarles de inmediato la situación pero recordó que ambos eran hombres de familia y se le hizo una descortesía interrumpirles el sueño para darles malas noticias. Marcus Flynn era padre de una pequeña pelirroja que destacó en el colegio desde que comenzó a leer; primer lugar de la clase por 5 años consecutivos y que además tenía un asombroso talento para la música. Friedrich Zenner a penas había encargado a su primer hijo; a diseño, como le gustaba todo. La ciencia ya era capaz (por un módico precio que no todos eran capaces de pagar) de crear un hijo a la carta y el pequeño Zenner sería una copia al carbón de su padre, pero mejorado. Sería alto, atlético, inteligente y con un carácter inquebrantable. Friedrich siempre fue un entusiasta de la modificación genética, incluso cuando aún era mal vista por los sectores más conservadores de la sociedad.

En el fondo, aunque habían sido amigos por años, Kozlov les tenía cierta envidia. A un principio, en su alocada juventud él era envidiado por sus camaradas por coleccionar conquistas, pero poco a poco la mayoría fue sentando cabeza y él seguía teniendo relaciones fugaces e inestables. Pensó que con Isolda sería distinto, pero lo echó a perder. Isolda… siempre terminaba pensando en esa mujer cuando su mente comenzaba a divagar. Siempre Isolda y lo que pudo ser: al hijo que no conoció. Siempre Isolda y luego una pastilla en un intento fútil por olvidar.

En la pantalla había comenzado una película muy vieja. Una mujer de traje amarillo de cuerpo completo con una franja negra en el costado hacía trizas a un gran número de oponentes con una katana, con una facilidad asombrosa. Volaban las extremidades, las tripas y las cabezas en un mar de sangre. A Mr. Kozlov le gustaban esos clásicos consumados aunque no lo admitiera en público. El filme terminó y ya comenzaba a salir el sol. Se preparó un desayuno rápido (porque un sándwich nunca era suficiente) y prosiguió a hablarles a sus amigos.

Convocó a una junta urgente ante el asombro de Marcus y de Friedrich. Aún más fuera de lo común porque sería en una pequeña oficina de la enfermería que ya casi no se ocupaba, sin cámaras y sin micrófonos. Pero todos aceptaron acudir aquella misma tarde.

-Bien, señores, no les voy a mentir. La situación es grave. Más de lo que me gustaría admitir, por lo que quiero que me juren absoluto silencio.

Se tensó el ambiente. Zenner y Flynn intercambiaron miradas. El médico, que presidia la mesa se aclaró la garganta y ojeó el expediente que tenía en las manos.

                -¡Vamos, Fedor!... ¿Qué puede ser tan malo?... ¿Ya no nos tienes confianza?- rompió el silencio Marcus, intentando sonar lo más natural posible y encendió un cigarrillo -… espero que no les moleste…
                -¡No es eso!... Es que esto nos pone en riesgo a los 3 e indirectamente a todos los que trabajamos en esta empresa-contestó con un tono melodramático.

Marcus dejó caer el cigarrillo en la mesa de la impresión y el detector de humo desplegó un cenicero donde lo dejó reposar y se tronó todos los dedos de un jalón. Friedrich entrelazó sus dedos sobre su regazo y el médico se preguntaba si era buen momento para comenzar a explicar la situación.

                -Se los diré sin rodeos y luego dejaré que el Dr. Reiniger les explique a todo detalle –jugueteó nerviosamente con su barba- Uno de nuestros internos cayó en coma luego de tomar la primera dosis de Resignotol…

Zenner, quien era el que había descubierto y desarrollado la sustancia activa golpeó la mesa con el puño derecho. Supo que a el se le achacaría toda la culpa y sería el primero en caer en caso de una demanda de los familiares del paciente. El párpado de su ojo derecho hizo un movimiento extraño que a penas pudo disimular.

                -¡NO PUEDE SER!...-gritó Friedrich- ¡Hice meses de pruebas con distintos mamíferos y con algunos seres humanos y jamás tuve problemas similares!... ¿Por qué ahora, después de 20 años…?- Ni siquiera tuvo la entereza para terminar su frase. Se quedó en silencio de la impresión.
                -No nos desesperemos caballeros… podemos argumentar que el problema fue el paciente-interrumpió el médico para intentar tranquilizarlos –Ahora les explico.

Desplegó unas imágenes holográficas en el centro de la mesa con el proyector del techo. Era el modelo a escala de una neurona humana y una molécula de la sustancia activa del Resignotol a un lado.

                -Como ustedes lo sabrán, cada organismo es totalmente diferente en cuanto a las capacidades neuroreceptoras se refiere. Algunos individuos procesan con facilidad las drogas –la molécula entró en contacto con la neurona y fue absorbida casi de inmediato-, mientras que algunos otros por desgracia les cuesta más trabajo –al terminar la primera simulación aparecieron otro cerebro y otra molécula. Esta vez la molécula se disolvía muy lentamente- como a nuestro paciente. Si los resultados de las pruebas que mandé a hacer esta mañana salen positivos, demostrarían que nuestro paciente es uno de esos raros casos en los que las drogas neurotóxicas simplemente no se disuelven. Se acumulan entre las neuronas, lo que causa inflamación en los tejidos adyacentes y provocan eventualmente un accidente neurovascular.

Marcus, quien no tenía conocimientos tan avanzados de bioquímica se quedó perplejo ante la explicación y el Dr. Reiniger lo notó, así que remató.

                -En pocas palabras, el cerebro de nuestro paciente no puede degradar el Resignotol. Simple y sencillamente no se disuelve y se acumula, provocando un corto circuito en las neuronas.
                -¿Eso es posible?- Zenner abrió los ojos como nunca lo había hecho antes. En sus años de investigación y desarrollo jamás había oído hablar de un caso en el que alguien no fuera capaz de disolver una droga neurotóxica -¿Qué tan probable es eso?
                -Son casos sumamente raros. Aproximadamente uno en un millón, pero suceden… por lo general mueren de aparente sobredosis con dosis ridículamente pequeñas de cualquier droga neurotóxica. Es lo que me hizo suponer que era precisamente uno de esos casos.

Quedaron asombrados por los conocimientos del Dr. Reiniger. En realidad no lo vio en ningún libro; le tocó perder a una novia de esa manera en su juventud. Él le invitó unas pastillas a pesar de que ella nunca había probado ni siquiera el alcohol. Una sola pastilla bastó para que ella comenzara a convulsionar en plena fiesta. La perdió entre sus brazos y por poco tuvo que pisar la prisión. Desde entonces se prometió a si mismo dedicarse a la medicina e investigar ese extraño padecimiento, pero era tan poco común que no había ni como investigar. Probablemente esta sería una oportunidad en un millón para descubrir la verdad y de alguna manera pagar por la estupidez que había cometido décadas atrás.

                -¿Y qué podemos hacer?... ¿Sólo esperar?...- preguntó Marcus, quien aparentaba ser el más calmado. Le dio la última fumada a su cigarrillo y apagó la colilla en el cenicero, que recogió la basura y desapareció por donde había salido.
                -Me temo que sí… si los resultados son positivos nos podemos lavar las manos con toda tranquilidad… no estaba en nuestra capacidad detectar un padecimiento tan raro.  Si no… ya veremos que hacer- concluyó sombríamente el médico.

Era más que evidente la tensión en los presentes. La empresa de sus vidas pendía de un hilo. No querían ni imaginar que pasaría si sus familiares se enteraban de la situación. O peor aún, si el chico moría. Todos querían aparentar tranquilidad en el ascensor que los sacaría del sótano de la enfermería al lobby. Pero era cierto que los cuatro estaban a punto de ruptura.

En cuanto se abrieron las puertas del ascensor llegó un olor bastante desagradable de la sala de espera. El médico, con un olfato con años de experiencia temió lo peor. Abrió la puerta y la corriente de aire fétido que fue barrida por las ventanas abiertas del consultorio le dio de lleno. Palideció más que antes cuando vio el cuerpo de un joven tendido en la mesa. Por su rigor mortis calculó que llevaría por lo menos un día de haber fallecido.

                -Señores… tenemos un problema mucho peor… - les dijo inexpresivamente a los 3 caballeros que esperaban afuera.
                -¿Ahora qué…?- Zenner cruzó el umbral y se horrorizó como nunca. Era el fin y lo sabía. El párpado le tembló violentamente y le dio una crisis nerviosa.
                -No puede ser posible… No puede… No ahora… -comenzó a golpear el pecho del cadáver repetidamente, como dándole un frenético y violento masaje cardiaco -¡Revive, maldito!... ¡Levántate ya!...- Sus amigos intentaron contenerlo pero había enloquecido.
                -¡DÉJENME… DEBO REVIVIRLO!... POR EL PEQUEÑO ZENNER QUE LO HARÉ…-le dio una patada en la entrepierna a Kozlov, quien lo intentó detener de la espalda.
Ante los intentos inútiles comenzó a reírse frenéticamente y corrió hacia la ventana. Se aventó y todo ocurrió tan rápido que nadie pudo si quiera reaccionar.
Kozlov estaba tendido en el suelo, revolcándose de dolor. Marcus y el Dr. [NOMBRE] se quedaron viendo perplejos a la ventana.
                -Cayó de un primer piso… abajo hay matorrales… ¿Crees que…?- preguntó en un murmullo Flynn.
                -Creo que si no se rompió ningún hueso estará bien…- le puso una mano en el hombro.

Ayduaron a Kozlov a ponerse de pie y se quedaron unos instantes sin saber que hacer. La suma de las tensiones había acabado por dejarlos sin la menor idea de qué hacer.
***